CASTRO ESTUVO "A UNA UÑA" DE AUTORIZAR LOS TOROS EN 1959
Por Andrés Pascual ¿Por qué no se decidió el tirano Fidel Castro, en 1959, a autorizar plenamente la “FIESTA BRAVA”? Como muchísima...
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Por Andrés Pascual
¿Por qué no se decidió
el tirano Fidel Castro, en 1959, a autorizar plenamente la “FIESTA
BRAVA”? Como muchísimas cosas respecto a este monstruo, nunca se
sabrá, sin embargo, hasta Marzo del Año del Desastre, se habló, se
discutió y se especuló en base a lo que el tipango le dijo a
quienes tendrían en las manos el negocio del toreo, porque a este
especimen de nadie sabe qué, a fin de cuentas gallego, le gustan los
toros más que cualquier otro deporte y ve las corridas en sus
escondrijos en La Habana aún, directamente desde Las Ventas u otra
plaza de gran mercado.
En 1959, el tirano comenzó a hacer planes sobre la imposición de más deportes en la oferta "al pueblo", el objetivo era desbancar la pelota como discilina nacional, que hace más de 15 años es realidad; los toros se manejaron como contendientes de fuerza contra la pelota, dentro de la gavilla de actividades de posible exito, por el carácter efervescente y apasionado del cubano; además, algunos lo propusieron como otra oferta al turista de España, México y algunos países de Suramérica.
En 1959, el tirano comenzó a hacer planes sobre la imposición de más deportes en la oferta "al pueblo", el objetivo era desbancar la pelota como discilina nacional, que hace más de 15 años es realidad; los toros se manejaron como contendientes de fuerza contra la pelota, dentro de la gavilla de actividades de posible exito, por el carácter efervescente y apasionado del cubano; además, algunos lo propusieron como otra oferta al turista de España, México y algunos países de Suramérica.
En Cuba hubo corridas
hasta finales del XIX, hubo entusiasmo y hubo protestas cuando las
suspendieron bajo presión de los americanos, poco a poco otros
deportes ganaron audiencia, como el balompié, que dominó el
fanatismo hasta que Abel Linares, padre del beisbol moderno cubano y
Tinti Molina, quemaron las gradas del primer Almendares Park y
asustaron a los gallegos en 1918, que aceptaron un contrato de uso y
utilidades del estadio justo y equitativo para ambas partes, pero
siempre, hasta 1960, hubo fanáticos de los toros que, durante 65
años, mantuvieron la esperanza de que regresara la tauromaquia con
toda la fuerza que necesitaba un deporte para dejar dividendos
provechosos en los inversionistas. Sin embargo, en los toros, cuando
no hay casta natural, recrías de nombre, no se puede llamar
exitosa la gestión.
Entre 1898 y 1958 se
hicieron esfuerzos, intentos por integrar el toreo a la idiosincrasia
nacional que resultaron infructuosos, no fue suficiente la visita a
La Habana y la exhibición de Aquilino en su esplendor, tampoco la
del mejor torero de la historia, el mexicano Fermín “Armillita
Chico” Espinosa (foto), a quien acompañó una figura también
mexicana, Silverio Pérez, nombre que popularizó Felo Ramírez
cuando apodó Silverio al pitcher Eusebio Pérez por “un toreo”
de leyenda de un fly a su posición y una canción en su honor.
Una corrida “censurada”,
sin pica ni banderillas ni puntilla (muerte del animal) al
astado, es una imagen deplorable y sin gancho de la actividad,
incapaz de reclamar público para hacerla opción de fanatismo y
canal de utilidades y de esa forma torearon en La Habana las figuras
que mencioné, con limitaciones que empobrecieron la función
taurina. Una vez Cantinflas toreó un novillo en La Tropical,
exhibición “cantinflesca” que fue sino un rebervero de poses y
ejecuciones cómicas del mexicano.
Tan seguros estaban de
que Castro impondría los toros por decreto, que se hablaba de una
corrida inaugural fastuosa, de primera, con “mataores” de gran
cartel como Girón, Dominguín y Ordóñez detrás de la muleta y
ejecutando verónicas.
En el libro “LA VUELTA
AL MUNDO DE UN NOVELISTA”, Blasco Ibáñez describe su reacción
ante el sórdido momento, si cabe la expresión, en que el matador se
prepara para la puntilla y la plaza enmudece al extremo de poderse
escuchar el zumbido de una mosca; después que el estilete entra a la
espina del astado, según el novelista, “el rugido del público es
tal, que nadie puede identificar quién es el animal, si el miura
herido de muerte, o el público enardecido por la faena sangienta y
exitosa”.
Por humanismo no abandonó
la idea de oficializar el toreo en Cuba el tirano, el día 20 de
marzo de 1959 había fusilado a más de 150 cubanos, personas que no
tuvieron la mínima posibilidad de defenderse, mucho menos que
cualquier toro una tarde calurosa y soleada en lugares de temporada.